viernes, 7 de agosto de 2009

6 – El problema

Buenos días damas y caballeros. Se que la mayoría de ustedes conocen perfectamente la situación que nos ha obligado a reunirnos esta noche, así que intentaré resumir al máximo los antecedentes para aquellos que no estén al tanto de todos los detalles.
Señora Secretaria General, señores presidentes y asesores gubernamentales, debo comunicarles que nuestros intentos de encontrar algún planeta habitable a corto o medio plazo han sido infructuosos. Nuestros científicos nos aseguran que la posibilidad existe, pero la tecnología y la logística para poder realizar un traslado de población a gran escala no serán posibles hasta dentro de al menos sesenta años. Este hecho nos deja muy pocas opciones para atajar el problema que nos amenaza. Hace más de cien años que terminó la última guerra mundial y cayeron los últimos imperios de la tierra. En ese momento, como todos ustedes ya saben, se impuso un nuevo orden mundial basado en el pragmatismo y la organización eficiente de los países. No es necesario recordarles, que la unión que se vivió entre los líderes mundiales después del desastre del treinta y tres fue crucial para resolver las tensiones sociales y políticas que dejaron las guerras. Ahora les pido la misma unión para resolver un problema aún mayor.
Desgraciadamente, la solución a todos los conflictos del pasado, nos ha llevado a los problemas presentes. La estabilidad social y económica que ha regido el planeta durante los últimos cien años, así como la organización lógica de los recursos, nos han llevado a acabar casi por completo con los conflictos bélicos, hambrunas y epidemias que mermaban a la población. Al mismo tiempo, los avances científicos y médicos han logrado duplicar la esperanza de vida mundial.
En este momento nos encontramos en una encrucijada. Hemos llegado al límite del equilibrio entre recursos y población. Los planes de control de natalidad que se pusieron en marcha en la década de los sesenta consiguieron disminuir el crecimiento desenfrenado, pero esto no ha sido suficiente. Simplemente, la tierra no da más de si.

Un murmullo general invadió la sala. Algunos asistentes no llegaron a creer que la situación fuera irreversible y argumentaron posibles soluciones que fueron refutadas con paciencia por parte del orador, otros se acusaron entre si de ser los culpables del problema. Cuando subió la tensión en la sala, el orador cortó los reproches mutuos y continuó su exposición.

Nadie es culpable, y lo somos todos. Nuestros estudios nos indican que no ha habido una excesiva desviación del reparto de recursos. Desde hace muchas décadas la asignación de alimentos y demás bienes necesarios ha sido equitativa entre los países, y ese ha sido precisamente el problema.

Un murmullo aún mayor mostró la desaprobación de los asistentes.

Se que esta afirmación es muy controvertida, pero es tristemente cierta. El hombre es el único animal que no tiene un depredador natural que controle su población. Hasta hace cien años, el hombre era el único depredador del hombre, y las continuas guerras y la desigualdad social que creaba, provocaban matanzas, hambrunas y enfermedades que eliminaban de un plumazo el exceso de población. Pero los padres del nuevo orden mundial acabaron con todo eso. Un siglo de relativa paz, igualdad y prosperidad han provocado que el ser humano se reproduzca por todo el planeta, consumiendo de manera voraz sus recursos, y aunque hemos aprendido a aprovechar al máximo la riqueza de la tierra, esta ya no da más de si. Nos hemos convertido en una plaga para el planeta, y sin la posibilidad de extender nuestra plaga a otros lugares en el espacio, estamos condenados a acabar con él, y por ende con nosotros mismos.

Hubo una pausa en la exposición, y esta vez fue un gran silencio el que envolvió a todos los presentes. Aunque los reunidos allí eran los hombres y mujeres más poderosos del mundo, se sentían abrumados e impotentes ante el escenario que se les planteaba. Habían tenido la suerte de heredar una época de prosperidad y tranquilidad como nunca se había vivido en la historia, y aunque habían sabido gestionar bien esa prosperidad, nunca se habían tenido que enfrentar con un problema de esa magnitud. El orador observó con repugnancia a su público y se dispuso a darles lo que querían. La solución definitiva y drástica que ellos no se atrevían a dar.

Sobra gente. Nuestros estudios dicen que unos mil quinientos millones de personas. Si se cumple el plazo de sesenta años para poner en marcha el traslado masivo a otro planeta, esa sería la cantidad que habría que eliminar para poder aguantar en la tierra hasta entonces. Llegado ese momento, habrá que enviar a otros dos mil millones al espacio en un plazo de diez años, pero ese tema ya se estudiará en su momento. Ahora mismo lo que nos tiene que preocupar es como deshacernos de ese exceso de población.

¿Pero cómo puede decir eso?, ¿son seres humanos?, ¿no puede plantearnos tan fríamente el provocar un genocidio?

El resto del público apoyó con gritos de indignación las palabras del presidente de Paraguay. El orador se mantuvo callado hasta que las protestas cesaron.

Ustedes me llamaron para que les diera una solución al problema. Yo sólo les voy a exponer las posibilidades que se han barajado. De ustedes depende tomar las decisiones. En primer lugar, pueden llamarlo como quieran, pero sobran mil quinientos millones de personas, y eso teniendo en cuenta que las previsiones del traslado espacial sean correctas, si no es así, probablemente sobren más. Eso nos deja una única solución, eliminar ese sobrante. Antes de que se vuelvan a exaltar los ánimos, déjenme decirles que de seguir así, sin hacer nada al respecto, en veinte años no se podrá reconducir la situación, y en otros veinte nos comeremos unos a otros como ratas encerradas. Esto es así de simple. Así que el verdadero problema no es lo que se tiene que hacer, si no el cómo hacerlo de una manera lógica, efectiva y equitativa. Las guerras las hemos descartado, con el actual potencial armamentístico sería muy fácil que la situación se nos fuera de las manos y muriera más gente de la estrictamente necesaria. También hay que evitar la desigualdad: ninguna raza, país o sector social, debe sufrir más que otro, al fin y al cabo, el problema lo hemos causado entre todos. Otro punto importante es evitar el pánico entre la población, esta debe ser una operación llevada a cabo con una precisión quirúrgica, evitando que la gente se entere hasta que todo se haya resuelto. Todos estas cuestiones, y algunas más que no les referiré por ahorrarles su valioso tiempo, son las que nos han llevado a la solución que les voy a plantear.
En el plazo de seis meses podría estar disponible la suficiente cantidad de veneno para acabar con los mil quinientos millones de personas que sobran. Para el reparto hemos pensado que la mejor opción es el azar. Se unirán las dosis de veneno a otra partida de capsulas inocuas, y se debe convencer a la población de la necesidad de tomarlas para vacunarse contra alguna extraña epidemia de nuestra invención. Los medicamentos envenenados y los placebos tendrán el mismo aspecto y serán mezclados, de ese modo el reparto será aleatorio y hará disminuir la población de todos los países de una manera similar. El resto de los detalles de la operación se los proporcionaremos si deciden aprobar nuestra propuesta.
Ahora la pelota está en su tejado. Les aseguro que si aceptan nuestro plan, serán recordados como los mayores criminales de la historia de la humanidad, las generaciones venideras hablarán de ustedes con horror. Nadie les dará las gracias por su sacrificio personal y por los remordimientos que les causará su decisión. Soy muy consciente de que es algo horrible lo que les estoy proponiendo, pero desde luego es la solución a nuestro problema.

La sala se mantuvo en silencio mientras el orador recogía sus papeles y salía de la sala. Ese silencio duró horas.


Héctor Gomis
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2 comentarios:

  1. Estremecedor, no creo que lleguemos a esa situación de bienestar, hay muchos interesados en que se mantenga la desigualdad entre países, pero desde luego es un relato original y que te deja pensando un buen rato.

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  2. sinceramente sin palabras, dejanod atraz la ley de mas fuerte, una mezcla de realidad impresionante que hace que individualente se piense del tema, un aplauso

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